quinta-feira, 22 de março de 2012

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(imagem de.mel.e.de.sal)

"Querida primavera,
Siento comunicarte que me he independizado de ti. Acabas de llegar y estoy especialmente contenta, me agrada tu presencia. Pero en realidad para ser un soldado de mi deseo a mí me dan igual las condiciones climatológicas. Yo no vivo doblegado a los días grises, ni a los días con sol, vivo doblegado a mi deseo. Si quiero puedo.

Es que, es que, es que... A veces uno pone de excusa el cambio de estaciones: en verano, el calor; en invierno, el frío; justificaciones exteriores para no hacer nada. Desde que se descubrió el psicoanálisis ya no tiene sentido pensar que el ser humano es como una máquina que responde a estímulos exteriores automáticamente. ¿De dónde puede venir entonces la energía que nos mueve? A mí, tú me llegas al corazón cuando tengo proyectos, cuando las relaciones marchan bien, cuando me siento satisfecho con mi trabajo. Soy algo más que un cacho de carne que se pudre, soy mis compromisos, y mis pactos son los que dan forma a mis días. Generalmente no dependo del color de los días.

Muchas personas cuando cambia la luz, la hora, de trabajo, de jefe…se encuentran tristes y no saben por qué. La mayoría de los alérgicos dicen que no soportan el polen, ni los ácaros, dicen que les mata los cambios. ¿Qué hay de común en todo esto? La palabra cambio. Que las cosas cambien, implica al menos tres cosas: que algo ha finalizado, que algo va a comenzar y que las cosas son perecederas. Esto puede ser una explicación de porqué nos cuestan tanto los cambios. Los finales son mal soportados porque simbólicamente recuerdan a nuestra propia muerte. Sin embargo, es necesario que algo finalice para que algo nuevo comience. Por otro lado todo lo nuevo está bajo el dominio de la incertidumbre, lo nuevo es incierto y no seguro. Y eso al sujeto le produce zozobra.

Te amo tanto, primavera, como puedo amar al otoño. Yo no hago ascos a casi nada. Hay pájaros cantando, flores germinando, polen… pero eso a mí no me mata. En realidad yo amo lo nuevo, lo diferente. No siempre estoy tan contenta como hoy. Hay días que a mí también me ataca la tristeza. Hay días en que no puedo amar lo efímero. Aunque amar lo perecedero es amar al ser humano, al humano mortal. La adolescencia, la adultez, el encuentro de ayer con mi pareja, mi amiga María, las compras con mi madre, las llamadas de teléfono…todo muere en el instante de la separación, pero hay que poder amar la separación para que haya nuevo encuentro.
Un beso, primavera. Y aunque no te necesite, me gusta que vengas a visitarnos."
por Genoveva Navarro, aqui

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